Crónicas y tradiciones de mujeres: Bárbara Délano
Estimados amigos y amigas, hoy presentamos en nuestro blog el texto de una colaboradora, la poeta Carmen García, quien gentilmente ha querido publicar uno de sus trabajos en nuestra sección de "Crónicas y tradiciones de mujeres". Lea aquí su columna sobre la poeta Bárbara Délano.
BÁRBARA DÉLANO:
“PORQUE NO SOY YO LA QUE HABLA
ME HE TENDIDO EN LA COLINA PARA QUE HABLE EL MAR”
“PORQUE NO SOY YO LA QUE HABLA
ME HE TENDIDO EN LA COLINA PARA QUE HABLE EL MAR”
Hay algo de Bárbara Délano que escapa de la realidad. Como si habitara un espacio mítico, junto a todos aquellos que murieron jóvenes. Un lugar donde brilla con una luz inalcanzable. Y nosotros sólo vemos los destellos, el rumor de algo que no podemos dimensionar.
No se puede hablar de Bárbara Délano sin hablar de su poesía. Su imaginario poético y su vida se entrelazan constantemente. Van de la mano. Como un mismo y único testimonio. Y es que hay algo común a toda buena poesía. Un factor que permanece inalterable. Una voz que se sitúa en un principio anterior a la historia. El poeta como profeta. El poeta como aquel que ve lo que otros no pueden ver. El poeta vidente al que aspiraba Rimbaud. Por su boca habla el espíritu, decía Paz.
Bárbara Délano provenía de una familia de escritores. Nieta de Luis Enrique Délano, hija de Poli Délano y María Luisa Azócar. Es casi seguro que fue concebida en un barco, bajo el nivel del mar. Poeta temprana, su primer poema lo publicó a los ocho años en el diario “La Última Hora”. Era un poema dedicado a su abuelo, escrito tras el impacto que le causó verlo hospitalizado. El primer libro lo publicó a los dieciocho. “México-Santiago” fue un libro artesanal, hecho a pulso, que contenía los poemas de Bárbara y los grabados del pintor mexicano Marcos Limenes.
No se puede hablar de Bárbara Délano sin hablar de su poesía. Su imaginario poético y su vida se entrelazan constantemente. Van de la mano. Como un mismo y único testimonio. Y es que hay algo común a toda buena poesía. Un factor que permanece inalterable. Una voz que se sitúa en un principio anterior a la historia. El poeta como profeta. El poeta como aquel que ve lo que otros no pueden ver. El poeta vidente al que aspiraba Rimbaud. Por su boca habla el espíritu, decía Paz.
Bárbara Délano provenía de una familia de escritores. Nieta de Luis Enrique Délano, hija de Poli Délano y María Luisa Azócar. Es casi seguro que fue concebida en un barco, bajo el nivel del mar. Poeta temprana, su primer poema lo publicó a los ocho años en el diario “La Última Hora”. Era un poema dedicado a su abuelo, escrito tras el impacto que le causó verlo hospitalizado. El primer libro lo publicó a los dieciocho. “México-Santiago” fue un libro artesanal, hecho a pulso, que contenía los poemas de Bárbara y los grabados del pintor mexicano Marcos Limenes.
El vínculo con México comenzó tempranamente. Con las visitas que Bárbara hacia cada verano a su padre, entonces exiliado en la capital mexicana. En esas viajes, compartió con muchos escritores, incluido el mítico grupo de los infrarealistas.
Su juventud temprana estuvo marcada por la militancia política. Miembro del Partido Comunista y de la Unión de Escritores Jóvenes, Délano parecía no temer a las consecuencias de formar parte activa de la oposición al Gobierno Militar. Participó en huelgas de hambre. Fue arrestada tres veces durante la dictadura. Señora, si la CNI me la pide, voy a tener que entregarla, le dijo un Capitán de Carabineros a María Luisa, su madre. Bárbara corría peligro. Su madre insistió en que se fuera a México. Y Bárbara se fue. Abandonó el entonces agitado Chile con su compañero de ruta, Sergio Rebolledo.
Las marcas que dejó en ella la dictadura no se borrarán más. Hubo un antes y un después. Los amigos desaparecidos, la familia exiliada, el país devastado. Todos desfilarán luego en su obra poética. Un imaginario de muerte y memoria que quedará plasmado en “El Rumor de la Niebla”. Publicado en una edición bilingüe en Canadá en 1984, la escritura de este libro se desarrolla entre esos últimos años en Chile y su estadía en México. Años durante los cuales fue estudiante de Sociología en la UNAM, donde se titula con honores.
Su juventud temprana estuvo marcada por la militancia política. Miembro del Partido Comunista y de la Unión de Escritores Jóvenes, Délano parecía no temer a las consecuencias de formar parte activa de la oposición al Gobierno Militar. Participó en huelgas de hambre. Fue arrestada tres veces durante la dictadura. Señora, si la CNI me la pide, voy a tener que entregarla, le dijo un Capitán de Carabineros a María Luisa, su madre. Bárbara corría peligro. Su madre insistió en que se fuera a México. Y Bárbara se fue. Abandonó el entonces agitado Chile con su compañero de ruta, Sergio Rebolledo.
Las marcas que dejó en ella la dictadura no se borrarán más. Hubo un antes y un después. Los amigos desaparecidos, la familia exiliada, el país devastado. Todos desfilarán luego en su obra poética. Un imaginario de muerte y memoria que quedará plasmado en “El Rumor de la Niebla”. Publicado en una edición bilingüe en Canadá en 1984, la escritura de este libro se desarrolla entre esos últimos años en Chile y su estadía en México. Años durante los cuales fue estudiante de Sociología en la UNAM, donde se titula con honores.
En 1987 regresa al país. Comparte departamento con el escritor Roberto Brodsky, amigo entrañable. Trabaja en el Centro de Estudios de la Mujer. El interés por los estudios de género quedará luego plasmado en el proyecto poético que desarrolla como becaria de la Fundación Pablo Neruda. Era 1988 y se formaba la primera generación del taller de poesía de la Fundación. Una generación que dejó una profunda huella en la poesía chilena.
“Baño de Mujeres” es el título con el que bautizó este proyecto de libro. Una apuesta por explorar un lenguaje diferente. Por hacerse cargo de la voz del género. Donde la mujer es abusada, marginal. Una aproximación violenta, desprovista de metáfora. No está de más decir que “Baño de Mujeres” se aleja del resto de la obra de Délano. Razón por la que probablemente permaneció inédito hasta la publicación de “Cuadernos de Bárbara” en 2006. Libro que recopila su obra poética, distinguido con el premio “Altazor” y que tristemente nunca llegó a librerías.
Durante estos años en Chile, Bárbara se refugia durante seis meses en la casa familiar de Cartagena. En ese lugar, su abuelo Luis Enrique Délano pintó un mural donde retrata a Bárbara niña, bajo el agua y con una copa en la mano. Otra vez el mar. El mar que la reclama desde pequeña. Escribe. Probablemente en este período comienza con la escritura de “Playas de Fuego”, su obra cúlmine, que será publicada pocos años después de su muerte.
Al poco tiempo vuelve a México a visitar a su hermana Viviana. Le ofrecen un trabajo y decide quedarse. Sus padres son los encargados de enviarle sus cosas. En México continúa con la escritura del poemario. Ella escribe sigilosamente. Probablemente corrige mucho. Pero por sobre todo, intuye.
El olor del mar azota mi rostro/ queriendo decirme algo/ que no me atrevo a comprender, dice Bárbara en “Playas de Fuego”. Ella y el mar siempre fueron de la mano. Un mar que habla a través de ella. Un mar donde se escucha a los muertos, un espejo para ser mirado por los ojos de Dios. Todo lo que se pierde va a dar al mar. Ella se sitúa en la orilla, a un costado, en la colina, desde donde observa el abismo desconocido de las aguas y lo escucha. Conoce su lenguaje, lo sabe interpretar: El mar pronto fue una bóveda encerrando todos los secretos/ todas las visiones.
Viaja intermitentemente a Chile. A ver a la familia. A los amigos. A un novio que dejó. Inicia una maestría en edición. Esto hasta octubre de 1996. Ese año, Bárbara decide dar una sorpresa a sus padres. Viajará a Chile sin que ellos lo sepan. Los amigos en cambio, le tenían preparada una fiesta. Antes, pasa unos días por Lima. Ahí se reúne con viejos conocidos. El poeta Antonio Cisneros entre ellos. Talla su nombre en la mesa de un restaurante limeño. Va tarde a su vuelo. Quédate un día más, le dicen. Es la última en embarcar. Bromea con Cisneros: si el avión se cae, avísale a mis padres. El avión se estrella en el mar. Bárbara se vuelve poema.
En su computador se encontraron muchas versiones de “Playas de Fuego”. El libro está cargado de mensajes donde la palabra poética es un anuncio y la poeta una visionaria. Un libro escrito desde la sospecha del inconsciente. Una poesía que trasciende al poeta. La metáfora del libro se materializa en Délano. Poesía y vida nuevamente de la mano. Bárbara anticipa los hechos que marcaron su muerte a través de la creación poética. Entonces la metáfora deja de estar en el plano de la imaginación y se encarna, cobra vida en la poeta. Bárbara se vuelve símbolo, palabra.
Pero el libro no es sólo una visión profética. Esta lectura dialoga permanentemente con el testimonio de un país devastado. Con nuestra violenta historia política, con el sueño de la juventud abruptamente interrumpido. Nos habían dejado sin casa sin sueños/sin escuela y nuestros padres se fueron/ y los vecinos se arrinconaron en sus cocinas/ y cuando llegaron a preguntarles dieron nuestros nombres/ y entonces llegaron a nuestra casa.
“Playas de Fuego” es esencial para entender el lugar de donde proviene la poesía, el lugar que subyace detrás de la palabra. Desde dónde se habla cuando se escribe, quién es el que habla. En este libro se materializa lo que Blake llamó la imaginación como visión divina.
Ahora ella descansa en el fondo del mar. Es su poesía la que trasciende, encandila. Porque Bárbara encandilaba. Poseía una belleza antigua. Era coqueta. Chispeante. También doliente. Misteriosa. Delicada. Libre. Con fuego en los ojos. En eso todos coinciden. Atravesaba con la mirada. Y era querida. Muy querida.
por Carmen García