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"Quien habla o escribe mal piensa mal, poco o nada": perorata sobre el periodismo en Chile


Amigas y amigos: ha llegado noviembre, la primavera y la Teletón; todos hitos clásicos del fin de año en nuestro país, y en las postrimerías de este 2010 comienzan las evaluaciones. A nuestro juicio uno de los temas a reflexionar en este sacudido bicentenario es el papel de la prensa en la opinión pública y su responsabilidad, en tanto medio de comunicación, en la formación de imaginarios que inciden en el comportamiento político, cultural y social de las y los ciudadanas/os. Eventos cubiertos por la prensa hasta el hartazgo, como el desastre de la mina San José (con líos de falda incluidos) y las catastróficas consecuencias del terremoto del pasado 27 de febrero, con lacrimógenos testimonios que incluyeron la explotación de aquel niño conocido como Víctor "Zafrada" Díaz; y la pobre o nula fiscalización del Consejo Nacional de Televisión (que prefiere multar un inocuo sketch del Club de la Comedia) ante el morbo de la televisión actual, carente de contenidos y de aportes verdaderamente significativos a la cultura y a la necesidad de información de las y los televidentes. Hace falta periodismo de calidad en Chile.

Por esta razón, un nuevo aliado se une al grueso grupo de inconformistas que apoyan el proyecto crítico de Sin Fama ni Gloria, con una columna que analiza el periodismo en Chile a partir de un caso concreto, el reportaje de Informe Especial "Radiografía del Transantiago", emitido por TVN. 
Dejamos con ustedes a Ney Fernandes, traductor y corrector independiente, gestor del proyecto Filigrana Traducciones.




perorata sobre el periodismo en Chile

Hace algunas semanas vi la edición de Informe Especial sobre Transantiago en Televisión Nacional de Chile, y como muchas otras veces terminé ofendido por la forma que tiene el periodismo chileno de presentar temas de interés público. Me ofenden la superficialidad, la estigmatización y el sensacionalismo. Me ofende, como siempre, la paupérrima calidad de expresión de los redactores del programa y la abundancia de aserciones infantiles y mal articuladas. Me ofende y me ofenderá siempre la incapacidad de buena parte de los periodistas chilenos de producir textos decentes y reflexiones bien expresadas. 
Sin duda ya era hora de que alguien mostrara las deficiencias del Transantiago que muchos se niegan a ver (como el ex ministro Cortázar y otros defensores de las supuestas mejoras que ha tenido el sistema desde que se puso en marcha). Muchas veces me imaginé haciendo lo mismo que la periodista de TVN, al lado de un ministro, mostrándole el humo negro que exhalan buses que recién entablan su tercer año de circulación por las calles de Santiago, y el estado deplorable en el que se encuentran. Mostrándole la brutalidad y la estupidez que caracteriza el estilo de conducción de los choferes. Esos son hechos que se comprueban a simple vista y que había que mostrar.

El problema se da cuando una periodista construye su texto en torno a juicios de valor y opiniones moralistas que lindan, hay que decirlo, con el clasismo y el arribismo. El problema se agrava cuando el discurso se vuelve superficial y los juicios emitidos una y otra vez con recalcitrante cursilería se convierten en estigmas.

“Nuevamente nos encontramos con el desolador panorama de la evasión”, nos dice el texto de los autores de este reportaje, sin intuir que las imágenes son lo suficientemente claras y preocupantes para permitir al telespectador formarse una opinión propia sobre lo que ve. “Por la puerta delantera, algunos pasajeros ordenados y honrados pagan su pasaje”, sentencia esta perspicaz observadora del comportamiento humano.

El reportaje continúa y nos muestra un grupo de jóvenes entregados a actividades hedonistas sin duda inapropiadas para el lugar donde se desarrollan. La narración se llena de calificativos y el discurso cobra una carga moralista que viola ese espacio mínimo de libertad que se debería dejar al telespectador para juzgar lo que ve. Y es que Informe Especial cae en el error de simplificar fenómenos sociales y urbanos complejos y merecedores de un análisis mucho más profundo y concienzudo. Fenómenos que sin duda van mucho más allá de la mera honradez y que a lo mejor cabría aprehender y cuestionar más bien como señales de una sociedad que vive un malestar profundo, una sociedad esquizofrénica, entrampada entre las tetas siliconadas de Morandé con Compañía y los discursos moralistas y anacrónicos de sus curas Opus Dei. Fenómenos que podrían ser síntomas del estado de confusión identitaria, cultural e intelectual en el que se hunde un pueblo agobiado por el hiperconsumismo y por la hipocresía consistente en estigmatizar y condenar a quienes se emborrachan y arman escándalo en la parte trasera de un bus cuando, acto seguido, los comerciales televisivos muestran voluptuosas mujeres promocionando el consumo de pisco, cerveza y vino. 

Fenómenos que, en boca de una periodista que dice barbaridades como “una cifra casi la mitad más baja de lo registrado…” y cuya calidad de redacción se equipara a la de un niño, terminan convertidos en generalidades pueriles que a mi parecer son una ofensa a la inteligencia colectiva. A todos debería ofendernos el hecho de que TVN siga el ejemplo de los canales privados que contribuyen a deseducar a la sociedad a punta de sensacionalismo. A todos debería ofendernos que el formato del programa tenga redundancias como los recuadros estadísticos que dicen “40 % de evasión” y justo debajo estimen necesario explicar: “o sea, los que no pagan”.

Un periodista, insisto e insistiré siempre, que tiene la obligación de saber expresarse al menos correctamente por escrito, debería saber que el exceso de adjetivos y construcciones calificativas en este tipo de reportajes resta fuerza al discurso y empobrece el texto, máxime cuando el desconocimiento de la lengua se traduce en redundancias y oraciones poco felices como “vamos a tomar el tiempo de cuánto demora la revisión” o “notamos reacciones adversas hacia la conducta del no pago”.

Pues ya ven: en Chile, país de ingenieros y tecnócratas donde la prioridad es poner a disposición de la gente mecanismos de consumo y endeudamiento hasta la coronilla, donde la cultura con sentido mayúsculo queda relegada al ostracismo y donde se subestima la importancia de la educación en sentido amplio, muchos periodistas escriben y hablan como niños. Y si el verbo es pobre, también lo es el pensamiento. Y cuando hablo de educación en sentido amplio, me refiero a esa educación que va desde saber inculcar normas de conducta social (y para esto antes que nada hay que poner fin a innumerables hipocresías de la sociedad chilena) hasta enseñar a las futuras generaciones a expresarse y a escribir correctamente, para que dentro de diez o veinte años tengamos periodistas de verdad, y que los tecnócratas del sucesor del Transantiago sepan para qué demonios sirven las mayúsculas y no escriban letreros que digan “Las Puertas abren hacia adentro”. 

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La Música Popular Chilena



        Hoy, 4 de octubre, celebramos el natalicio de Violeta del Carmen Parra Sandoval, nuestra Violeta, quien habría cumplido 93 años. También hoy se cumple un año de la muerte de la cantante y abanderada del folclor latinoamericano Mercedes Sosa. Y qué mejor forma de conmemorar a estas dos insignes mujeres que reflexionando sobre aquel arte que les movía el corazón, la voz y las manos: la musica folclórica y popular. En esta ocasión nos pareció valioso rescatar y difundir la opinión de un músico chileno que ha destacado no sólo por la calidad de su trabajo y su trayectoria, sino a demás por su consecuencia y su profunda convicción de la necesidad de rescatar una tradición musical que anda medio perdida, medio empolvada en el fondo del baúl de nuestra memoria histórica. Dejamos, entonces, con ustedes, en exclusiva para nuestro blog, la columna del bajista y compositor Ernesto Holman





La música popular chilena, primera entrega

Luego de que se publicara la ley del 20% que obliga a las radios a tocar música chilena, entre los artistas se crea la expectativa de que por fin va a despegar un elemento aparentemente muy olvidado por nuestra sociedad: nuestra música, la música chilena y/o la música hecha en Chile. En la actualidad la radio juega un papel fundamental en la difusión de este arte, dicho en otras palabras: artista que no está en la radio NO EXISTE…… Y aunque actualmente Internet juega un rol importante con plataformas como MySpace o Facebook, que ayudan al artista a darse a conocer, aún así la radio sigue siendo el principal motor de difusión, puesto que es un mecanismo que está instalado históricamente dentro del sistema y que trabaja casi hasta en los niveles de inconsciencia de nuestra sociedad, la radio hace que siempre haya música en “el aire”.

    Pero es en este punto en donde se debe hacer la siguiente reflexión: ¿son los programadores de radio los culpables de la ausencia de la música chilena en sus emisoras? ¿o no será también que al público medio de nuestro país no le interesa la música hecha en Chile, que cuando encuestan al chileno o chilena siempre va a decir que apoya a los artistas coterráneos, pero en la práctica no compra sus cds ni asiste a sus presentaciones?

    Según mi teoría el problema radica en la falta de autenticidad e identidad en los músicos chilenos al momento de crear, ya que sus referentes estéticos provienen de otras latitudes, ignorando siempre –y en ocasiones con cierto desprecio- los elementos esenciales que nos aporta la tierra en que vivimos, como lo son los ritmos y las características típicas de nuestra cultura chilena. Los ritmos del choike purrún y la cueca son por esencia los ritmos basales de nuestra sociedad, los aporta la tierra al igual que todos los frutos que nacen de ella y que nos hacen diferenciarnos de otras tierras con otras geografías y otros ritmos, asumiendo que cada zona telúrica tiene características propias (baste observar a Brasil, Colombia o Bolivia, tres entre muchos ejemplos posibles).

      Aunque el tema de la globalización y la tecnología nos involucra a todos por igual, y aunque pisemos sobre asfalto y cemento, la tierra que subyace a nuestros pies nos aporta sus frutos y nos reclama reconocimiento. Los ritmos antes mencionados –cueca y choike purrún- laten en las papas y los tomates cosechados en estas latitudes. Los llevamos en la sangre y el no vivificarlos y activarlos hace que estén estancados en el ser, y como consecuencia su no manifestación nos conduce inevitablemente a una cadena de enfermedades típicamente actuales, comenzando por las sicológicas con sus respectivas somatizaciones (no olvidemos el alto índice de depresión en nuestro país). ¡Tremenda deuda que tenemos los artistas músicos con nuestro pueblo! Esa es la auténtica misión que tenemos: despertar y vivificar esa energía telúrica almacenada en el ser del chileno para que éste se desarrolle espiritualmente y en plenitud, hacer lo contrario o no hacerlo  lleva al  músico al plano hedonista y egocéntrico del arte sin sentido.

    ¿Y por qué el músico chileno se olvidó de los ritmos de su tierra?

    Un poco de historia y análisis….

    Para entender el origen del problema tendremos que poner al cine norteamericano como el gran transmisor referente de una cultura imperialista, que impuso gustos y criterios a partir de un modelo de vida impositivo desde 1910 aproximadamente, y que tuvo su auge en las décadas de los ‘50 y ‘60. Esta cultura imperialista fue –y sigue siendo– la gran “reseteadora y formateadora” que nos obliga a despreciar lo nuestro a cambio de acoger un nuevo modelo de vida tecnologizado, que portaba en su paquete cultural un nuevo tipo de música. Para quien quiera profundizar en el tema hay un artículo muy interesante en Internet titulado “Una mercancía irresistible. El cine norteamericano y su impacto en Chile, 1910-1930”. Presento a continuación un resumen de este trabajo:

      “El cine hollywoodense se transformó en una mercancía irresistible, que llegó a ser valorada por la sociedad chilena sin mayores distinciones sociales. Esto generó un enorme impacto social y cultural que situó a los Estados Unidos como un nuevo referente de modernidad “estilo norteamericano”. Éste se concibió como alcanzable a través del consumo del cine, estilos y manufacturas norteamericanas, lo que reforzó el imperialismo del mercado que Estados Unidos forjaba en el mundo en aquellas décadas”.

        En el plano de la música popular esta invasión generó un vacío en nuestra asumida modernidad debido a que los referentes o ídolos por los cuales se desmayaban y gritaban las jovencitas de los ‘50 (según se podía apreciar en las pantallas del cine) no se aparecían por nuestros lares: Elvis Presley jamás visitaría el gimnasio municipal de Curicó. Esta situación motivó la aparición de los “sucedáneos”, los “en vez de..” conocidos como Peter Rock, Danny Chilean, Pat Henry y un largo etcétera
Un curioso sucedáneo chilensis "Giovanni y sus dolcevitos"

       Un productor exitoso tuvo la genial idea de traer los vinilos de cantantes famosos norteamericanos y adaptar al castellano las letras. Las adaptaciones fueron grabadas por cantantes y grupos chilenos que alcanzaron su apogeo en lo que se llamó La Nueva Ola. Sin dejar de reconocer que en ese estilo aparecieron compositores locales con gran éxito –no todo era “cover”–. A partir de aquella Nueva Ola se instaló en Chile un estilo musical comercial ajustado al modelo norteamericano, que será nuestro referente hasta estos días. Durante la primera mitad de la década del sesenta este estilo compitió con el neo-folklore que tuvo como grandes exponentes a agrupaciones como los Cuatro Cuartos o Los de Ramón, entre  otros. Hacia la segunda mitad de los años 60’s el neo-folclor fue desplazado, por así decirlo, por la corriente de folklore latinoamericano conocida como Nueva Canción, que se articulaba a un movimiento político y social que en Chile fue impulsado por la Unidad Popular en los setenta para luego recibir otra “invasión” norteamericana durante la dictadura militar. La Nueva Canción Chilena, en la que predomina el folclor latinoamericano, y su prolongación a través de lo que se llamó el Canto Nuevo durante la dictadura, constituyeron una suerte de resistencia frente a esta invasión de la cultura yanqui.

       También durante la década del los sesenta la cueca, baile nacional obligado en toda fiesta, cedió paso al nuevo ritmo alegre de moda: la Cumbia, que en su versión comercial y chilensis, constituye una suerte de baile espontáneo en el que no se necesita de clases de baile para salir al ruedo como en la cueca. Durante la dictadura la cumbia pasó a ser el ritmo reinante en toda fiesta, incluso en las celebraciones dieciocheras. También hay otro factor importante que favoreció el relajo para que se impusiera este nuevo ritmo: la masificación del pisco y su posterior proceso evolutivo, la piscola.  Ambos, cumbia y piscola, pasaron a ser baile y bebida nacional respectivamente, desplazando al vino y la cueca de las fiestas públicas y privadas (actualmente está en proceso la dupla reggetón- ron).

       Este hábito de “sucedaneidad” de “ser como” se instaló en el alma del músico chileno, éste heredó la vieja tradición de ponerse como meta llegar a ser tan grande como los “gringos”, despreciando las tradiciones “fomes y aburridas” en comparación con la gran parafernalia gringa. Esto funcionaría maravillosamente si aún fuéramos isla como lo éramos en los sesenta, pero con la aparición y desarrollo de la televisión, el Internet y el neoliberalismo, los referentes nos visitan periódicamente y ya casi viven aquí, con You Tube los tengo en mi pantalla las veces que quiero y gratis… y veo con tristeza que la gente en su mayoría prefiere a los originales y no a las “copias” ¿o acaso creen que algún reggetonero chileno superará o igualará en cantidad de público en un estadio a Daddy Yankee? Este hecho sumerge a la música popular chilena en la mediocridad y en la indiferencia del pueblo. Hagamos el ejercicio de revisar la prensa chilena para ver cuántos reportajes al mes se le hace a los artistas chilenos o en qué programa de tv  participan (salvo el fenómeno de copia de moda: Américo).  Y lo peor de todo esto es que se pretende “obligar” por ley a las radios a tocar a estas copias y sucedáneos. Si a una persona con cáncer le duele la cabeza producto de la  metástasis, una aspirina no soluciona el problema.
      Por eso propongo un plan identitario, que dejemos de mirar al referente gringo o del norte y nos regocijemos en nuestros valores, en el gran capital que tenemos a nuestros pies y a través de nuestra historia, que combinemos la tecnología foránea con nuestra espiritualidad local y que esa sea nuestra propuesta  para alegrar a  nuestro pueblo y al mundo: con CHOIKE Y CUECA!

Ernesto Holman
Músico y bajista
http://www.ernestoholman.scd.cl/bio.htm

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Declaración pública


El Colectivo Sin Fama ni Gloria se suma a la causa del Grupo de Apoyo a la Lucha Mapuche desde Montevideo, Uruguay, de quienes publicamos la siguiente misiva:

 8 de septiembre, 2010



Declaración Pública


Ante la huelga de hambre que lleva 59 días (inicio 12 julio 2010) de los 35 Presos Políticos Mapuche, expresamos nuestro repudio a la militarización de las zonas en conflicto territoriales en el Wallmapu (país Mapuche) y a la criminalización de la lucha del pueblo Mapuche por su autonomía y autodeterminación.
Expresamos nuestro profundo rechazo a la aplicación de la Ley Antiterrorista (ley aprobada en la dictadura Pinochetista) en los juicios contra los peñis, construidos en base a montajes político- jurídicos que responden a los intereses del Estado chileno y las empresas forestales transnacionales (como MININCO y ARAUCO).
Entendemos que este conflicto se enmarca dentro de la expropiación de la tierra y los recursos naturales que, además de continuar con el saqueo histórico de nuestra América morena, profundiza la miseria de las comunidades indígenas y del pueblo en general.

Asimismo, rechazamos la criminalización y penalización de la justa protesta social en cualquier parte, ejemplo de esto en Chile son la represión y hostigamiento permanente por parte de la policía ante las demandas del pueblo, así como el cerco comunicacional que establecen los medios masivos de comunicación para informar y denunciar las problemáticas sociales. Rechazamos las agresiones que han sufrido los estudiantes en defensa de la educación pública, y los montajes policiales y jurídicos que padecen grupos radicales en Chile.
Sin duda, todo esto se enmarca en las prácticas autoritarias por las que se han caracterizado los gobiernos de la Concertación y el actual gobierno del empresario Sebastián Piñera, que han sido la perpetuación del régimen de Pinochet.Y entendemos que la criminalización de las luchas sociales se exacerba en el marco de una nueva conmemoración del 11 de septiembre 1973, a 37 años del golpe de Estado.

Liberación de todos los Presos Políticos Mapuche
Fin a la criminalización de la protesta social
Donde hay coligües, coligües nacerán. Si uno cae, diez se levantarán!


¡Arriba los y las que luchan!
Grupo de Apoyo a la Lucha Mapuche
Montevideo - Uruguay

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El loco Bielsa


Algunas somos fanáticas del fútbol y manejamos el tejemaneje de los campeonatos y las ligas nacionales. Otras con suerte sabemos qué rayos es un offside o cuántos árbitros hay en un partido de fútbol (para las despistadas, aclaramos la duda: hay un solo árbitro). Pero más allá de las diferentes adhesiones frente a este deporte y la pasión que despierta en las masas, hay hechos que trascienden el ámbito propio de los fanáticos del balonpié. Aunque ha pasado harto tiempo, ahora que se confirma su continuidad como Director Técnico de la selección, conviene recordar a Marcelo Bielsa, un hombre que ha sido más que fútbol.


Pese a que lo trataron de "roto" por despreciar en Pinto Durán y luego en La Moneda el saludo de Sebastián Piñera, desatando la ira del gobierno y los instintos autoritarios de cierta idiosincracia chilena para la cual el respeto frente a la autoridad es más importante que la expresión libre de nuestra disidencia e indignación frente a la injusticia (¿se acuerdan de María Música?); Marcelo Bielsa ha tenido la valentía de expresar lo que muchos sentimos frente al gobierno del Sr. Piñera.


Aunque muchos aún no lo saben, Bielsa tenía más de una razón para sentirse molesto ante la idea de saludar a un presidente y a un subsecretario de deportes que no sólo profitan hasta hoy del "negocio" del fútbol a través de las acciones de "Blanco y Negro", sino que dificultaron la labor de Bielsa, al obstaculizar el préstamo de ciertos jugadores para la selección. El llamado "loco" Bielsa ha defendido el fútbol en su calidad de deporte "de y para" el pueblo frente a las ambiciones de quienes lo han transformado en un lucrativo negocio: cuando el año 2009 el entonces presidente y accionista de un 30% de "Blanco y Negro" Gabriel Ruiz-Tagle (hoy Subsecretario de Deportes del gobierno y todavía -¡qué descaro! accionista del 30% de Colo-Colo) propuso al director de la ANFP que las ganancias del Canal del Fútbol no debían repartirse equitativamente entre los distintos clubes de Chile, sino que los tres más grandes -Colo-Colo, Universidad de Chile y Universidad Católica- debían recibir una tajada mayor, el Sr. Bielsa no dudó en manifestarse en contra. Si a esto sumamos el hecho de que el mismísimo hermano de Marcelo, Rafael Bielsa, fue sometido a cruenta tortura durante la dictadura militar argentina, no es difícil entender su frialdad hacia el presidente Piñera y nos inclinamos a admirar su valentía por manifestar su humano oprobio frente a un hombre que no ha hecho más que lucrar a costa de los más desamparados. Dígannos ustedes qué es más humano y más noble, si respetar a la autoridad y a las jerarquías o manifestar la oposición frente a lo que nos parece incorrecto, licencioso o derechamente inhumano. Aquellos que en la historia prefirieron la vía de la obediencia y respeto a la autoridad son ya conocidos por haberse limitado a "seguir órdenes" y "cumplir la ley y el deber".

Todo lo que contamos aquí ya ha sido dicho, pero conviene siempre repetirlo, quizás Bielsa no es el loco, sino el único que ha sido capaz de decir la verdad en un país hipnotizado por los medios, el individualismo y el neoliberalismo a ultranza, el loco a veces no es más que el único cuerdo capaz de señalar la desnudez del emperador:

“Si hubiera podido, me robaba el plasma. ¿Saben por qué yo me lo robaba? Porque yo estaba en Pinto Durán, había un televisor Sony, que no lo había pagado. Era de la federación, un regalo, y yo estaba preocupado por si se caía. Y no era ni mío. ¿Qué quiere decir eso? Que, haciendo la proyección, hubiera robado porque con todo lo que tengo materialmente, estaba preocupado por un televisor que no pagué. ¿Cómo un tipo medio, de a pie, como se dice aquí, no hubiera robado? (…)”.

“Te dicen (en la publicidad) que sos un tarado por no tener un plasma y más cuando se va a jugar un Mundial. Cuando el televisor te lo venden en cien cuotas, no saben tampoco si tú lo vas a poder pagar. Las dos partes se engañan. Con una diferencia, eh: cuando se venden todos los televisores en 100 cuotas, se gana el 20 por ciento, entonces todos los demás están en condiciones de arriesgar, porque ya pagaron el televisor y ya ganaron (…)”.

“Cuando alguien dice ‘mirá, en vez de pagarlo en 100 cuotas, que es un robo, róbalo. Porque otro hizo el trabajo sucio, quebró la vidriera y sacó el candado’, la gente entra y lo saca, no porque sean malos, sino porque han sido empujados a esa cuestión. No podemos situarnos en una posición en que yo soy el bueno y todos los demás son los malos, sin que la crítica y el resentimiento nos ganen, porque yo soy el único que batalla, porque soy el único perfecto (…)”.

“No hay que justificar ni satanizar. Hay que tomar conciencia de implementar un cambio. Hay que tener autocrítica para mejorar”.

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Saqueos II



Detrás de la legitimidad o ilegitimidad de los saqueos encontramos un concepto central: el robo, un concepto histórico, político y económico, pero sobre todo ideológico. La pregunta es ¿quién le está robando a quien? Es interesante recordar en este punto fundamental al viejo Marx, y su teoría del valor. Según Marx el trabajo que cada hombre y mujer realizan para producir cualquier cosa –una silla por ejemplo- es lo que le da valor a ese bien humanamente producido. De este modo, si un conjunto de hombres y mujeres trabajan en una fábrica produciendo sillas, es el tiempo que cada uno de ellos y ellas invirtieron en esa labor, imprimiendo sus fuerzas en el uso de los medios de producción, el que le da valor al conjunto de sillas. Por lo tanto, es la fuerza de trabajo, es decir el trabajo vivo y no el capital, la verdadera fuente de valor en el proceso de producción.

Para demostrar que el modo de producción capitalista se funda en la explotación del trabajo de muchos, en El Capital Marx desarrolla la idea de la “fetichización de la mercancía”, que es, básicamente, la invisibilización del carácter social del trabajo que valoriza las mercancías. Por lo tanto, se encubre el trabajo de las personas que hay detrás de esos productos y las relaciones sociales de producción -y de poder- que hay detrás de ellos. Así, volviendo a pensar en los saqueos posteriores al terremoto del 27 de febrero, queda en evidencia que el/la trabajador/a que se está llevando un plasma o una leche, que en general son personas pobres, está recuperando un producto que, por medio de la explotación de su fuerza de trabajo, es decir, a través del tiempo trabajado no retribuido (salarios bajos, entre otros factores), le ha sido robado.

El concepto de robo se funda, jurídica e ideológicamente, en una idea liberal de la propiedad privada. Es decir, se sustenta en la defensa de los intereses de la clase dominante que, en la lucha de clases, se sobreponen a las necesidades de la mayoría. Cuando los saqueos responden a estas necesidades, en una situación de emergencia, son una práctica de sobrevivencia, por eso es que el 27 de febrero vimos masas de personas saqueando el Lider… no es lo mismo robarle a las transnacionales (como supermercados y multitiendas) que al vecino. En las leyes actuales hay una valoración del individuo por sobre la comunidad o lo colectivo, pero no de cualquier individuo: de aquel que tiene dinero y genera capital, y que, por lo tanto, detenta poder. Si fuesen las necesidades de la mayoría las que primaran, entonces los saqueos serían validados socialmente, serían una acción legítima. Además, esta condena jurídica, se conjuga con esa criminalización de los saqueos tan vociferada a través de los medios de comunicación masivos, como fue evidente durante el 27 de febrero y los días siguientes. Aquellos juegan un papel fundamental tanto en la construcción de sinsentido común, que sustenta la hegemonía de este orden de cosas injusto y desigual, como en su respectivo discurso legitimador.


Pero históricamente, ¿quién saquea a quien? El saqueo no sólo se da durante episodios históricos conocidos, como la invasión de Roma por los visigodos o la “conquista” de América, ni sólo en estados de catástrofe como el terremoto del 27 de febrero. En nuestra vida cotidiana, de manera silenciada y soterrada pero palpable, nos vemos sometidos/as a formas de saqueo que nos afectan todos los días y en diversos aspectos de nuestra existencia. La privatización de las empresas que prestan servicios básicos es sólo una de tantas pruebas y en este ámbito Chile fue pionero y tiene un récord en la región. Se privatizó la salud que pasó a ser administrada por las famosas Isapres, se privatizó la educación, diseminada y desarticulada en cientos de institutos y seudo universidades que operan bajo el dictamen del mercado, ello sin mencionar la municipalización, entre otras cosas. Se privatizó además el fruto del trabajo al dejar al amparo de las AFP (Administradoras de Fondos y Pensiones, que más que administrar especulan) las jubilaciones y las previsiones, ni qué decir de los recursos naturales que se siguen privatizando, como el agua, los bosques y los minerales de la tierra.

La gran parte de estas privatizaciones se llevó a cabo durante los últimos años de la dictadura militar, proceso mediante el cual la mayoría de las empresas pasaron a manos de altos funcionarios del gobierno, quienes, una vez vuelta la democracia, se vieron convertidos en grandes empresarios, gerentes y altos ejecutivos. Años después, algunas de estas empresas fueron vendidas a consorcios internacionales -mayoritariamente españoles- cuyas ganancias son hoy cuantiosas: Endesa es dueña de nuestra electricidad y Telefónica nos cobra cada vez más por nuestras telecomunicaciones, etc. Y en Santiago hoy nos cobran entre 450 y 510 pesos (o más según pasa el tiempo y aumentan las alzas) por un sistema de transporte inhumano, culpando a la evasión por el aumento de tarifas. Nos condenan con esa propaganda que reza: “no meta la mano ahí”, cuando estas empresas meten descaradamente sus manos en nuestras bolsillos y nos roban nuestro trabajo todos los días. Los únicos beneficiarios de esta cadena de agravios son los grandes empresarios y altos ejecutivos que, como ya es sabido, ganan sumas estratosféricas obtenidas del sudor, la explotación y el consiguiente empobrecimiento de miles de personas.

Somos día a día saqueados y saqueadas, expropiados/as de las ganancias producidas por nuestro trabajo. Quien roba algún bien en un supermercado como el Jumbo o en una multitienda es castigado por la ley y su acción tipificada como delito por los mismos principios de derecho que legitiman los privilegios abusivos de las grandes empresas nacionales y transnacionales. Vivimos pues, regidos por una especie de saqueo legitimado por el estado de derecho. Como se advierte, este panorama deja en entredicho la visión maniquea del saqueado y el saqueador, ¿quién saquea a quién? Detengámonos a pensar si vale la pena seguir con la cabeza baja viendo cómo, más allá del saqueo material, lo que vivimos es una expoliación continua de nuestra dignidad.


El círculo del saqueo parece haber cumplido su recorrido vicioso.

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Saqueos I

Cuando pienso en el terremoto del pasado 27 de febrero lo que primero viene a mi mente no es el temblor de la tierra bajo mis pies sino las imágenes de la televisión. Pareciera que la tele aglutinó y de algún modo construyó nuestra memoria de esta tragedia: el hombre con la bandera chilena en medio del descampado, los barcos encallados en las calles de Talcahuano y las casas destruidas en las costas de las islas Juan Fernández; todas imágenes que vivimos atónitos a través de las pantallas, que llevaron a cada uno de nuestros hogares el horror del sismo. Quedamos quizás sobreestimulados por una cantidad abrumadora de imágenes, sin tiempo de digerir –en la inmediatez de la desinformación– el desastre y sus consecuencias. De todo aquello que mostraba la TV uno de los incidentes que produjo más polémica, y que desató la ira de algunos y el oprobio de otros, fue la imagen de las multitudes lanzadas con desenfreno al saqueo y al pillaje de hipermercados y multitiendas. Famosa es la imagen de un tipo que con toda calma se llevaba un televisor plasma depositado cómodamente sobre un carrito de supermercado. Esta y otras escenas se me quedaron en la retina, pero también en mi cabeza que rumiaba lentamente –mucho más lentamente que lo que tarda en viajar la imagen de los medios– una pregunta que con el tiempo se volvió una cuestión que clamaba por una respuesta más reflexiva. La violencia en las calles de la VIII región y las imágenes de los militares defendiendo a punta de metralleta el stock de los supermercados me pareció escalofriante y valía la pena plantearse la interrogante: ¿qué produjo el saqueo? ¿En qué momentos o en qué sentido se puede justificar el saqueo y en qué otros es simplemente robo?


Como no atinaba a responder esta pregunta, porque no sabía cómo ni dónde empezar, recurrí a lo que tenía más a mano: internet. Con inocencia puse en el buscador web la palabra “saqueo” ¿y qué apareció? Nada más ni nada menos que el saqueo más famoso de la historia occidental: la caída del imperio romano de occidente bajo las hordas bárbaras de Alarico, rey de los visigodos. La historia de aquel famoso saqueo fue uno de los hitos que precipitó la caída del imperio romano y cuando en el año 410 los visigodos entraron en la ciudad de Roma cayó aquel mito de la “ciudad eterna” que había sido inexpugnable durante ochocientos años. Sorprende pensar que un grupo de bárbaros podía hacer caer así una civilización con siglos de trayectoria. ¿Es siempre así? –me dije- ¿la violenta barbarie puede hacer caer con facilidad el trabajo milenario de una cultura? Pero leyendo un poco más me di cuenta de que aquellos conceptos de civilizado y bárbaro eran más bien relativos. La llamada civilización y cultura romana se engrandeció a punta de conquistas y de un colonialismo que a través de onerosos tributos llenó las arcas del Imperio. Los bárbaros que invadieron Roma habían pertenecido alguna vez al ejército del Imperio y se rebelaron contra éste cansados del maltrato y de los fuertes tributos que la ciudad eterna impuso sobre su pueblo. Es así como el colonialismo produce de algún modo a sus propios bárbaros, cuya fuerza acaba por aplastar siglos de un imperio que se creyó invencible.

Pero me estaba desviando de mi tema principal, de mi curiosidad por la práctica del saqueo a través de la historia, y mis reflexiones sobre el colonialismo de Roma pronto me llevaron a recordar otro caso bastante popular de conquista y colonización: el de América. Si bien los historiadores no hablan de saqueo sino de “descubrimiento y conquista”, lo cierto es que basta leer los relatos de Cristóbal Colón y de la conquista de México para entender que esa llamada conquista no fue más que la persecución de un botín, la búsqueda y apropiación de las riquezas que ofrecía el “nuevo mundo”.

Los primeros relatos europeos que retrataron a América Latina la representaron como un botín que esperaba ser tomado. Esta visión se plasmó en las cartas y en el diario de viaje de Cristóbal Colón, quien desarrolló un tipo de conquista y apropiación de los territorios “descubiertos” basados en la destrucción y despoblación de las Antillas. El almirante genovés nunca supo que las tierras que estaba asolando no correspondían a las costas orientales del Asia. Influenciado por su lectura de los viajes de Marco Polo al oriente, Colón describió las tierras americanas con los ojos del comerciante, prestando especial atención a los productos que ofrecían las Antillas: especias como la pimienta, la canela o el azafrán, y sobre todo a los relatos indígenas acerca de la existencia de oro que guiaban las descripciones idílicas y los itinerarios marítimos del navegante genovés. Por esta razón no dejaba de anotar si los indios poseían o no tendencia al comercio, si era posible establecer rutas comerciales o construir puertos.

De este modo desde su “descubrimiento” mismo, Latinoamérica fue, para los ojos europeos, un espacio valorado sólo en la medida de lo que de él se podía obtener, ya fuera en mercancías valiosas de todo tipo, ya fuera en mano de obra esclava. Las coronas europeas de Holanda, España, Portugal e Inglaterra –entre otras- se transformaron en poderosos imperios echando al saco cuanta riqueza americana encontraron a lo largo de más de tres siglos. Los modelos de colonización que implicaron un poblamiento del espacio americano, inaugurados por Hernán Cortés en la conquista de México, vendrían después a consolidar una relación jerárquica, desigual y vergonzante en la que aún los latinoamericanos cargamos con la responsabilidad de abastecer de materias primas y mano de obra barata a los países neocolonizadores y subdesarrollantes del primer mundo.


El ejemplo de la invasión y colonización de América Latina nos hace pensar cómo el saqueo en realidad ha sido, desde épocas inmemoriales, un motor del desarrollo económico de ciertos pueblos que se enriquecieron al alero de estas prácticas. Sin embargo, a diferencia del caso de los visigodos y su invasión de la capital del Imperio Romano, nadie habla de la conquista de América utilizando el concepto de “saqueo”. Ha ocurrido, en este caso, un robo que ha quedado silenciado en los registros de la historia europea. ¿Por qué en uno de los casos el saqueo aparece como tal, es decir, como la destrucción y pillaje de una nación por parte de unos invasores, y en el otro se le denomina conquista y se le tiñe de vestimentas heroicas? ¿Por qué la historia europea parece haber legitimado ciertos saqueos y condenado otros?