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La Música Popular Chilena



        Hoy, 4 de octubre, celebramos el natalicio de Violeta del Carmen Parra Sandoval, nuestra Violeta, quien habría cumplido 93 años. También hoy se cumple un año de la muerte de la cantante y abanderada del folclor latinoamericano Mercedes Sosa. Y qué mejor forma de conmemorar a estas dos insignes mujeres que reflexionando sobre aquel arte que les movía el corazón, la voz y las manos: la musica folclórica y popular. En esta ocasión nos pareció valioso rescatar y difundir la opinión de un músico chileno que ha destacado no sólo por la calidad de su trabajo y su trayectoria, sino a demás por su consecuencia y su profunda convicción de la necesidad de rescatar una tradición musical que anda medio perdida, medio empolvada en el fondo del baúl de nuestra memoria histórica. Dejamos, entonces, con ustedes, en exclusiva para nuestro blog, la columna del bajista y compositor Ernesto Holman





La música popular chilena, primera entrega

Luego de que se publicara la ley del 20% que obliga a las radios a tocar música chilena, entre los artistas se crea la expectativa de que por fin va a despegar un elemento aparentemente muy olvidado por nuestra sociedad: nuestra música, la música chilena y/o la música hecha en Chile. En la actualidad la radio juega un papel fundamental en la difusión de este arte, dicho en otras palabras: artista que no está en la radio NO EXISTE…… Y aunque actualmente Internet juega un rol importante con plataformas como MySpace o Facebook, que ayudan al artista a darse a conocer, aún así la radio sigue siendo el principal motor de difusión, puesto que es un mecanismo que está instalado históricamente dentro del sistema y que trabaja casi hasta en los niveles de inconsciencia de nuestra sociedad, la radio hace que siempre haya música en “el aire”.

    Pero es en este punto en donde se debe hacer la siguiente reflexión: ¿son los programadores de radio los culpables de la ausencia de la música chilena en sus emisoras? ¿o no será también que al público medio de nuestro país no le interesa la música hecha en Chile, que cuando encuestan al chileno o chilena siempre va a decir que apoya a los artistas coterráneos, pero en la práctica no compra sus cds ni asiste a sus presentaciones?

    Según mi teoría el problema radica en la falta de autenticidad e identidad en los músicos chilenos al momento de crear, ya que sus referentes estéticos provienen de otras latitudes, ignorando siempre –y en ocasiones con cierto desprecio- los elementos esenciales que nos aporta la tierra en que vivimos, como lo son los ritmos y las características típicas de nuestra cultura chilena. Los ritmos del choike purrún y la cueca son por esencia los ritmos basales de nuestra sociedad, los aporta la tierra al igual que todos los frutos que nacen de ella y que nos hacen diferenciarnos de otras tierras con otras geografías y otros ritmos, asumiendo que cada zona telúrica tiene características propias (baste observar a Brasil, Colombia o Bolivia, tres entre muchos ejemplos posibles).

      Aunque el tema de la globalización y la tecnología nos involucra a todos por igual, y aunque pisemos sobre asfalto y cemento, la tierra que subyace a nuestros pies nos aporta sus frutos y nos reclama reconocimiento. Los ritmos antes mencionados –cueca y choike purrún- laten en las papas y los tomates cosechados en estas latitudes. Los llevamos en la sangre y el no vivificarlos y activarlos hace que estén estancados en el ser, y como consecuencia su no manifestación nos conduce inevitablemente a una cadena de enfermedades típicamente actuales, comenzando por las sicológicas con sus respectivas somatizaciones (no olvidemos el alto índice de depresión en nuestro país). ¡Tremenda deuda que tenemos los artistas músicos con nuestro pueblo! Esa es la auténtica misión que tenemos: despertar y vivificar esa energía telúrica almacenada en el ser del chileno para que éste se desarrolle espiritualmente y en plenitud, hacer lo contrario o no hacerlo  lleva al  músico al plano hedonista y egocéntrico del arte sin sentido.

    ¿Y por qué el músico chileno se olvidó de los ritmos de su tierra?

    Un poco de historia y análisis….

    Para entender el origen del problema tendremos que poner al cine norteamericano como el gran transmisor referente de una cultura imperialista, que impuso gustos y criterios a partir de un modelo de vida impositivo desde 1910 aproximadamente, y que tuvo su auge en las décadas de los ‘50 y ‘60. Esta cultura imperialista fue –y sigue siendo– la gran “reseteadora y formateadora” que nos obliga a despreciar lo nuestro a cambio de acoger un nuevo modelo de vida tecnologizado, que portaba en su paquete cultural un nuevo tipo de música. Para quien quiera profundizar en el tema hay un artículo muy interesante en Internet titulado “Una mercancía irresistible. El cine norteamericano y su impacto en Chile, 1910-1930”. Presento a continuación un resumen de este trabajo:

      “El cine hollywoodense se transformó en una mercancía irresistible, que llegó a ser valorada por la sociedad chilena sin mayores distinciones sociales. Esto generó un enorme impacto social y cultural que situó a los Estados Unidos como un nuevo referente de modernidad “estilo norteamericano”. Éste se concibió como alcanzable a través del consumo del cine, estilos y manufacturas norteamericanas, lo que reforzó el imperialismo del mercado que Estados Unidos forjaba en el mundo en aquellas décadas”.

        En el plano de la música popular esta invasión generó un vacío en nuestra asumida modernidad debido a que los referentes o ídolos por los cuales se desmayaban y gritaban las jovencitas de los ‘50 (según se podía apreciar en las pantallas del cine) no se aparecían por nuestros lares: Elvis Presley jamás visitaría el gimnasio municipal de Curicó. Esta situación motivó la aparición de los “sucedáneos”, los “en vez de..” conocidos como Peter Rock, Danny Chilean, Pat Henry y un largo etcétera
Un curioso sucedáneo chilensis "Giovanni y sus dolcevitos"

       Un productor exitoso tuvo la genial idea de traer los vinilos de cantantes famosos norteamericanos y adaptar al castellano las letras. Las adaptaciones fueron grabadas por cantantes y grupos chilenos que alcanzaron su apogeo en lo que se llamó La Nueva Ola. Sin dejar de reconocer que en ese estilo aparecieron compositores locales con gran éxito –no todo era “cover”–. A partir de aquella Nueva Ola se instaló en Chile un estilo musical comercial ajustado al modelo norteamericano, que será nuestro referente hasta estos días. Durante la primera mitad de la década del sesenta este estilo compitió con el neo-folklore que tuvo como grandes exponentes a agrupaciones como los Cuatro Cuartos o Los de Ramón, entre  otros. Hacia la segunda mitad de los años 60’s el neo-folclor fue desplazado, por así decirlo, por la corriente de folklore latinoamericano conocida como Nueva Canción, que se articulaba a un movimiento político y social que en Chile fue impulsado por la Unidad Popular en los setenta para luego recibir otra “invasión” norteamericana durante la dictadura militar. La Nueva Canción Chilena, en la que predomina el folclor latinoamericano, y su prolongación a través de lo que se llamó el Canto Nuevo durante la dictadura, constituyeron una suerte de resistencia frente a esta invasión de la cultura yanqui.

       También durante la década del los sesenta la cueca, baile nacional obligado en toda fiesta, cedió paso al nuevo ritmo alegre de moda: la Cumbia, que en su versión comercial y chilensis, constituye una suerte de baile espontáneo en el que no se necesita de clases de baile para salir al ruedo como en la cueca. Durante la dictadura la cumbia pasó a ser el ritmo reinante en toda fiesta, incluso en las celebraciones dieciocheras. También hay otro factor importante que favoreció el relajo para que se impusiera este nuevo ritmo: la masificación del pisco y su posterior proceso evolutivo, la piscola.  Ambos, cumbia y piscola, pasaron a ser baile y bebida nacional respectivamente, desplazando al vino y la cueca de las fiestas públicas y privadas (actualmente está en proceso la dupla reggetón- ron).

       Este hábito de “sucedaneidad” de “ser como” se instaló en el alma del músico chileno, éste heredó la vieja tradición de ponerse como meta llegar a ser tan grande como los “gringos”, despreciando las tradiciones “fomes y aburridas” en comparación con la gran parafernalia gringa. Esto funcionaría maravillosamente si aún fuéramos isla como lo éramos en los sesenta, pero con la aparición y desarrollo de la televisión, el Internet y el neoliberalismo, los referentes nos visitan periódicamente y ya casi viven aquí, con You Tube los tengo en mi pantalla las veces que quiero y gratis… y veo con tristeza que la gente en su mayoría prefiere a los originales y no a las “copias” ¿o acaso creen que algún reggetonero chileno superará o igualará en cantidad de público en un estadio a Daddy Yankee? Este hecho sumerge a la música popular chilena en la mediocridad y en la indiferencia del pueblo. Hagamos el ejercicio de revisar la prensa chilena para ver cuántos reportajes al mes se le hace a los artistas chilenos o en qué programa de tv  participan (salvo el fenómeno de copia de moda: Américo).  Y lo peor de todo esto es que se pretende “obligar” por ley a las radios a tocar a estas copias y sucedáneos. Si a una persona con cáncer le duele la cabeza producto de la  metástasis, una aspirina no soluciona el problema.
      Por eso propongo un plan identitario, que dejemos de mirar al referente gringo o del norte y nos regocijemos en nuestros valores, en el gran capital que tenemos a nuestros pies y a través de nuestra historia, que combinemos la tecnología foránea con nuestra espiritualidad local y que esa sea nuestra propuesta  para alegrar a  nuestro pueblo y al mundo: con CHOIKE Y CUECA!

Ernesto Holman
Músico y bajista
http://www.ernestoholman.scd.cl/bio.htm