Entrevista con Pablo Oyarzún, primera parte


Amigas y amigos del Colectivo Sin Fama ni Gloria:

Continuando con nuestro ciclo de entrevistas, en esta ocasión les presentamos la conversación que sostuvimos con el profesor de la Universidad de Chile, el destacado filósofo Pablo Oyarzún Robles, el pasado 8 de septiembre. El profesor Oyarzún, que actualmente es director del Doctorado en Filosofía mención en Estética y Teoría del Arte y Director Ejecutivo de la Iniciativa Bicentenario de la Universidad de Chilefue invitado a las dependencias de nuestro colectivo para hacer un análisis sobre el movimiento estudiantil en Chile, que justamente hoy ha mostrado nuevamente su vitalidad en una marcha que congregó cerca de 180 mil personas sólo en Santiago. Los invitamos a leer su interesante visión acerca del movimiento en las líneas que siguen.

Sin Fama ni Gloria: Queremos partir hablando sobre el tema del año: el movimiento estudiantil. Nos gustaría conocer tu visión, a grosso modo, del movimiento, sobre todo en el contexto universitario, que es el que más te compete a ti.

Pablo Oyarzún: Sí, pero obviamente va mucho más allá del contexto universitario. Esa cosa de la recuperación de la calle la encuentro absolutamente fascinante. Además es una recuperación de la calle en un tono que es completamente distinto al de las últimas movilizaciones. Cuando uno habla de las últimas movilizaciones y piensa en magnitud, tiene que pensar con bastante extensión de tiempo, salvo los pingüinos. Pero incluso los pingüinos tuvieron poca ocupación de calle, tuvieron mucha más ocupación de escuelas, de liceos, de colegios, fue una cosa mucho más contenida, por así decir. Entonces, si uno piensa en la calle, que es el espacio de lo público, el espacio de la ciudadanía -por lo menos donde se tiene que construir ciudadanía- te tienes que remontar mucho tiempo atrás, al momento del plebiscito, al fin de la dictadura y el comienzo de la recuperación de la democracia; ese es el momento y no hay un momento más próximo, salvo cosas muy específicas y muy locales que han tenido importancia, pero que han sido rápidamente o bien cooptadas o bien neutralizadas por el sistema. 

Entonces este movimiento a mí me ha fascinado completamente porque, además, como lo dicen muchos de los chicos y las chicas que participan en él, no tienen miedo, no son hijos de la dictadura, no están marcados por el miedo, que era un sello muy fuerte en los movimientos más locales, más restringidos que ha habido en estos años de transición, y donde uno notaba mucho eso en la gestualidad, en los movimientos corpóreos, uno notaba una medrosidad fundamental, que tiene que ver justamente con que tú prevés que esa intervención es una intervención punible, y que es punible a priori. Y estos cabros no, estos cabros tienen otra onda completamente distinta, la cosa carnavalesca me parece también muy fascinante, la combinación entre recuperación de ciudadanía y carnaval me parece muy interesante. Y es un conjunto de actitudes, de intervenciones, de posiciones, de desplantes que por una parte tienen ese rasgo, el rasgo de empezar a volver a ser ciudadanos, porque es un movimiento que reclama derechos, es un movimiento que también conoce deberes y que tiene responsabilidades respecto de su propia conducción, no es simplemente una reclamación unilateral de derechos; y también es un movimiento que vuelve a abrir el espacio público, pero que, específicamente, en cuanto a esa restauración de la ciudadanía apunta justamente a aquello que son los grandes baches para que la ciudadanía pueda restaurarse, y los grandes baches se resumen en el sistema y se concentran justamente en las cuestiones que están en juego bajo el denominador común del lucro. 

Por eso es tan significativo que la cuestión educacional tenga esta fuerza, este vigor demostrativo, porque justamente en lo educacional uno ve sintomatizarse todo el modelo de sociedad bajo el que vivimos. Y creo que los estudiantes no se han equivocado en absoluto en apuntar al lucro como un punto absolutamente clave. Uno puede decir, en términos políticos, en términos de las palancas políticas que uno tiene que mover, que hay que destruir el binominal, eso me parece absolutamente fundamental, con eso tú mueves todo lo demás. Pero tampoco puedes simplemente apelar al fin del binominal sin tener claro a dónde ir después. Entonces, la focalización en el lucro me parece que justamente apunta a eso, es decir, hace las dos cosas: apunta a las restricciones del sistema político, y al mismo tiempo apunta al horizonte dentro del cual tiene que situarse esa apertura política que tendría que surgir del fin del binominal. 

SFNG: Respecto del espacio que llamamos “Universidad”. Parte de las demandas del movimiento estudiantil reclaman el abandono del Estado frente a las universidades públicas. 

P.O.: Pero eso viene de mucho antes, las universidades lo han reclamado permanentemente, la Universidad de Chile, por ejemplo…

SFNG: Pero, a tú juicio, cómo debería ser una universidad pública, o qué es lo esencial al espacio que llamamos “universidad pública”.

P.O.: Uno podría pensar las exigencias que hoy día tendría que satisfacer una universidad pública, pero cuando piensas en las exigencias te das cuenta que eso, en el fondo, pertenece a la historia de la universidad pública y que por lo tanto son las exigencias a las cuales ha respondido esa universidad en momentos muy decisivos, fundacionales, refundacionales, de rearticulaciones, y que consisten en la interlocución con el espacio social, con la sociedad. Entonces eso pone una cantidad de requerimientos para el ejercicio universitario que son extraordinariamente exigentes, y que uno se pregunta muchas veces si las universidades públicas tal como se han desarrollado hasta ahora, yo estoy pensando aquí en universidades como la Universidad de Chile, estarían en condiciones de responder a esas demandas y esas exigencias. La Universidad Chile siempre se ha arrogado la función de ser la inteligencia de la nación, por así decirlo, de ser justamente el lugar donde de una u otra manera la sociedad chilena se piensa a sí misma, se proyecta a sí misma, se refleja a sí misma, en términos de reflexión. Y si uno mira la historia uno ve que eso efectivamente se satisface en determinados momentos: cuando piensas en [Andrés] Bello, cuando piensas en [Ignacio] Domeyko, cuando piensas en [Valentín] Letelier, cuando piensas también en Juvenal Hernández, en Juan Gómez Millas, en [Miguel Luis] Amunátegui; tienes como distintos momentos, distintos hitos, donde la Universidad de Chile una y otra vez vuelve a recomponer su relación con el país con una curiosa consciencia, a veces latente, otras veces explícita. 

Ahora, el régimen de educación superior actual obviamente le hace surgir a uno las dudas respecto de eso. Pero estoy pensando que el tema central es cómo tú entras en una interlocución con la sociedad y precisamente en una interlocución que apunta a lo que uno llamaría las ideas regulativas que deberían regir a lo social, como la idea de democracia, como la misma idea de ciudadanía, como la idea de derecho, como la idea de deberes; o sea, todo el conjunto de condiciones que hacen que nosotros nos podamos sentir pertenecientes a una comunidad y responsables por esa comunidad también. Yo creo que la universidad pública tiene que incorporar necesariamente esa responsabilidad. Y por eso también tiene que tener en sí misma el sello de la comunidad, o sea, tiene que ser internamente democrática.

SFNG: Y respecto de las responsabilidades del Estado frente a la universidad, ¿cómo ves tú ese desarrollo en nuestra actual sociedad neoliberal?

P.O.: Es desastroso porque, por una parte, está el tema del abandono, que se presenta a grandes rasgos como un abandono financiero, ante todo. Pero no es solamente un abandono financiero. Eso ya es grave,  porque te obliga a un cierto tipo de operación de las instituciones universitarias que bajo la fórmula del autofinanciamiento termina privatizando la universidad, y privatizando todas las relaciones y todas las operaciones que realiza la universidad. Y nosotros sabemos que la Universidad de Chile es una universidad altamente privatizada hoy día, altamente privatizada en su propia vida cotidiana. Una privatización que también aqueja a los mismos estamentos que forman su comunidad, en vista de los intereses corporativos que en ocasiones han reivindicado estos, el estamento estudiantil, el estamento de funcionarios, el estamento de académicos, y que no son necesariamente compatibles con el interés institucional y su función social y nacional; termina siendo también una fórmula de privatización porque no se está pensando la cuestión como una comunidad pública y con responsabilidad pública. Entonces, tienes por una parte el efecto que produce el abandono financiero del Estado, que obliga a la universidad a seguir manteniéndose con recursos que tiene que captar a través de los aranceles, a través de proyectos concursables, a través de la prestación de servicios, que en muchas ocasiones resulta ser una zona dudosa, oscura y pantanosa, no solo porque se preste para negociados, que suelen ser los hechos más sobresalientes, cuando salen a luz, sino porque favorece que los miembros de la comunidad que participan allí, principalmente académicos, antepongan sus intereses de lucro a la misión universitaria; y aun cuando operen de manera controlada y consistente, generan una enorme heterogeneidad interna, que consolida la inequidad interna que heredamos de la dictadura y que no ha sido remediada durante la transición: más bien al contrario. 

Pero además está el tema de que el Estado no dialoga con sus universidades, porque no reclama de ellas planteamientos que apunten a políticas públicas, sino que tiende también a favorecer algo así como un régimen concursable respecto de esas políticas: entonces tienes grupos, centros, think tanks, lo que quieras, que son los que de alguna manera compiten por contribuir a la formulación de las políticas públicas, sin que eso sea un requerimiento que el Estado le haga a sus propias universidades. Ese es otro lado de la cuestión; el lado financiero es gravísimo, pero este otro lado también lo es. El Estado no entra en ningún tipo de conversación concreta, profunda y de contenido con sus propias universidades y las deja a su suerte de las dos maneras. Por eso la Universidad de Chile ha perdido significativamente influencia en la formulación de políticas públicas en el país y la han ido ganando otras universidades o centros. No digo que esto sea indeseable, tampoco está mal que haya otros actores que intervengan en esta discusión, más aun, es necesario, pero lo que no está bien es que esos actores tengan allanado un espacio de intervención justamente a causa del abandono que el Estado hace de estas universidades. Si el Estado interpelara a sus universidades eso también generaría exigencias y tensiones internas que serían muy sanas para la universidad, que hoy día no estamos sintiendo, hoy día hay que movilizar esas cuestiones casi a tirones para que algo de eso ocurra. El cuadro general es el de una atrofia de la responsabilidad social de las universidades estatales. 

SFNG: En el contexto de la reunión de los estudiantes con el ejecutivo el pasado 3 de septiembre, donde una vez más no se ha logrado un acuerdo ¿cómo ves tú la posibilidad real de ese diálogo, pensando que hay un concepto de educación, un concepto de derecho, un concepto de comunidad que manejan los estudiantes y que el Estado se niega a reconocer como tal?

P.O.: A mí me llegó el resumen que hizo la Confech de la reunión el sábado y la propuesta de Bulnes el lunes, la propuesta que hace el gobierno. El resumen me pareció bastante bueno, bastante lúcido, demostraba que los estudiantes iban a esta reunión dispuestos efectivamente a generar un proceso conducente a una salida. Es muy claro cómo se le toma el peso a cada una de las cosas que se dijeron y también no se incurre en interjecciones para la galería, que es lo que hace Piñera, obviamente. Y cuando ves la propuesta del gobierno, en realidad sigue teniendo el mismo carácter de improvisación que ha tenido todo lo que ha pasado este año en educación, desde el momento en que se dice que éste va a ser el año de la educación superior y no se tiene ningún plan, no se tiene ningún proyecto, nada. Si tú ves las mesas que describe el documento del Ministerio, te das cuenta de que no puedes dejar los temas de fondo para la última mesa como una especie de “varios”, a la manera de las tablas para las reuniones de comité, de consejo, de lo que sea; si dejas esos temas en los “varios” significa que no hay disposición para conversarlos, y son los únicos temas que importa conversar, porque en las demás cuestiones hay un grado no despreciable de acuerdo, ya que el gobierno se ha visto presionado a ceder a causa de la movilización social. 

Hay diferencias en formas de implementación en muchos casos, pero todo eso se puede procesar también; sin embargo, solo se puede procesar en la medida que se declaren abiertamente las posiciones, se acuerden formas de dirimir los disensos y se incorpore a todos los actores y no se pretenda resolverlo todo en el parlamento, que tiene un déficit de representatividad patético: es evidente que no se puede resolver esta cuestión legislativamente con un parlamento cerrado sobre sí mismo que ya se olvidó de sus propios electores, sino que es preciso hacer intervenir a los actores sociales que están directamente involucrados en esto y que no son pocos. Yo les encuentro toda la razón a los estudiantes en que digan que no se puede ir a un proceso de conversaciones con unas mesas diseñadas de esa manera, carente de toda metodología. Si seriamente se hace una propuesta de discusión, no se puede simplemente enumerar temas, se debe decir cómo se van a conversar, y lo más serio sería que tú llamaras a algunos representantes y en conjunto se pusieran de acuerdo en un protocolo de trabajo, y el ejecutivo no ha hecho nada de eso. Lo cual significa que no hay voluntad de conversar, de tomar ninguna medida de fondo, no hay, en definitiva, voluntad de pensar la educación. Me parece obvio que estamos en una fase del conflicto que es muy incierta y que se parece bastante a un impasse. 

El accidente de Juan Fernández, que parece que no es tan accidental, que involucra algunas responsabilidades, cambia el tono anímico del país, y pone a los estudiantes en una situación muy compleja, porque llegaron al techo al que podían llegar, es imposible avanzar más allá del 80% de apoyo, es un 80% inédito, salvo Bachelet cuando se estaba yendo, nadie más ha tenido el 80%... porque no cuento a Golborne en el episodio de los mineros. Es tan distinto cuando se tiene un 80% de respaldo al movimiento estudiantil, que lo que está haciendo es recuperar ciudadanía, a tener un 80% de aprobación por una empresa que se difunde como objeto de consumo, como espectáculo. Es justamente el abismo que hay entre ciudadanos y consumidores, consumidores de espectáculos, de mercancías, de lo que sea. Entonces ese 80% ya es irrepetible, nunca se había dado en este país algo de esta magnitud, desde luego que jamás lo habían conseguido los estudiantes a ese nivel, y por eso es tan difícil ahora la situación para el movimiento estudiantil de cómo resolver, cómo dar una salida al conflicto: realmente no sé cómo se podrá resolver, lo encuentro extremadamente complejo. Pero me parece que no por intentar resolver, o no por intentar mantener un nivel de respaldo popular, porque tampoco se trata de que lo juegues todo al respaldo popular, tengas que abandonar posiciones e ir a sentarte a una mesa donde sabes que todas las cartas están marcadas. Yo creo que efectivamente el ejecutivo no tiene ninguna idea respecto de la educación salvo que siga siendo exactamente lo que es y que se profundice el modelo vigente de educación. La resistencia absoluta que tiene Piñera a conversar el tema del lucro, el lucro que es el punto central de la cuestión en términos de operación del sistema educacional, indica que no hay ningún interés en cambiar nada del modelo, y todos los demás cambios son compensatorios, son medidas analgésicas y nada más. O sea, el dolor sigue, eso es lo que quiero decir. Cuatro mil millones para ocultar el síntoma, eso es un analgésico, es una aspirina (no importa el tamaño) lo que está ofreciendo el gobierno. 

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