Entrevista con Pablo Oyarzún, segunda parte




SFNG: Dentro del liderazgo de los estudiantes, ha destacado Camila Vallejo, que es mujer, lo cual para nosotras es una cuestión muy positiva. Pero al mismo tiempo por el hecho de ser mujer ha sufrido ciertos reveses, sobre todo respecto de la prensa. Hablabas tú recién del tema de ciudadanía versus consumidores, hay un cierto momento en que ella también se transforma en una suerte de mercancía para los medios. ¿Cómo ves tú este liderazgo tensionado de Camila Vallejos?

P.O.: Creo que eso sintomatiza mucho la cuestión de la que estamos hablando. Tienes una líder, una líder que no abandona nunca la conciencia de que es líder en esos términos y no porque es bonita, no porque pueda aparecer en la portada de La Cuarta o cosas por el estilo, cosas que ya son realmente repugnantes. Ahora, que sea bonita le pone también al asunto, nadie lo va a negar. Pero la seriedad con la que ella ha asumido ese papel mediático me parece absolutamente ejemplar, no ha caído ni una sola vez en la trampa de hacerle una sonrisita a la cámara. La Fech ha tenido dos presidentas mujeres, la primera fue Marisol Prado que hoy día es la Directora de Bienestar de la universidad, y se ocupa de los temas estudiantiles, y la segunda es Camila. Eso es obviamente aire fresco para la universidad, porque en general les tengo más confianza a las mujeres en política que a los hombres.

SFNG: ¿Por qué?

P.O.: Bueno, tengo más confianza en las mujeres en todo. Es que los hombres son más débiles. Uno es más contemporizador, le tiene un poquito de miedo a las peleas. Las mujeres saben de eso… en cambio los hombres, si tú aprietas demasiado, reculan. Lo que te quiero decir es que ese liderazgo de mujer le da un sello al movimiento. Pero también ha sido muy interesante la figura de Giorgio Jackson, que genera otro polo, porque si fuera solamente Camila todo se habría concentrado allí, y habría habido un esfuerzo gigantesco por convertirla en un objeto de consumo, de consumo mediático y erótico, un consumo erótico que en el fondo tiene un aire de violación, porque es también la comunista y, bueno, toda la miseria, agresividad y grosería que uno ha visto en internet, en los blogs, en los mails, etc.

SFNG: Se levanta una suerte de agresividad contra ella que no tiene que sufrir Giorgio.

P.O.: La agresividad tiene que ver también con la violación, tiene que ver con una disposición a verla como un objeto que puede ser intervenido. Giogio no. Además que  Giorgio tiene la protección de venir de la Universidad Católica, lo cual también lo hace muy interesante.

SFNG: ¿Qué quieres decir con protección de la Universidad Católica?

P.O.: Frente a la opinión pública hay una cuestión instalada respecto de lo que es la diferencia entre la Universidad Católica y la Universidad de Chile. Pero que aparezcan Camila y Giorgio aliados en la cabeza de este movimiento, es muy significativo. Que mañana haya un encuentro universitario triestamental en la Católica, es una cuestión curiosa, ni siquiera había pasado con la Reforma, la Reforma era más bien de académicos y estudiantes. Por primera vez, sin decir la palabra triestamental -salvo los que tienen posturas políticas-, se está abriendo un espacio democrático para discutir temas que son fundamentales en el gobierno universitario, de estructura y de comunidad, etc. Como si uno pudiera pensar que el valor de la comunidad, tan central para el catolicismo, se estuviera abriendo paso allí.

SFNG: Respecto de la Universidad Católica, ¿cómo ves tú como se ha dado el diálogo entre la movilización estudiantil, la toma de Campus Oriente, después la toma de una noche de las facultades de humanidades, la posición del rector, las posiciones de las distintas autoridades de las facultades?

P.O.: Yo ya estoy poco en la Católica, voy solamente a hacer mis seminarios. Nunca he tenido pertenencia respecto de la Universidad Católica en sentido estricto, pero he estado ahí y ha sido bueno para mí porque he tenido muy buenos alumnos. No obstante, sí me asomo a lo que ocurre, converso con gente, y estoy en el listado del grupo de académicos UC que se constituyó por la movilización. Y es claro que este grupo, que es como la izquierda o centro izquierda dentro de la Universidad Católica, miraba muy bien al rector Ignacio Sánchez, diciendo que habría traído cierta apertura a la Católica, que impulsaba cambios significativos; su mismo comportamiento a propósito de la toma de Campus Oriente resultaba novedoso, evitando toda decisión de desalojo y dejando que el diálogo hiciera su camino. Pero vino el desalojo de la toma en el Campus San Joaquín, y muchos han criticado a Sánchez, lo han visto de otro modo, etc. Pero, antes de eso, Sánchez mismo había propuesto ante el Consejo Superior y este había acordado que hubiera jornadas de reflexión de académicos, estudiantes y funcionarios, no se usaba la palabra triestamental, pero era eso. Y a mí me pareció notable que en la Católica apareciera ese tema de democratización, y que al menos se abrieran las discusiones, y que fuese posible para un funcionario o una funcionaria hablar y plantear sus puntos de vista. Eso es un signo muy interesante de lo que está pasando en la Católica. 

SFNG: ¿Y qué te parece la relación entre profesorado, la rectoría y el movimiento estudiantil, con este presidente de la Feuc, Giorgio Jackson, tan presente en el movimiento?

P.O.: Los académicos de que hablaba lo admiran infinitamente, por fin tenemos –dicen- un presidente que además de ser muy consistente articula muy bien su discurso, y que tiene un pensamiento independiente con la capacidad de plantear sus conceptos y sus posiciones de una manera absolutamente transparente, y yo te diría que eso ha remecido a la Católica. Lo que se ha comentado es que también era un muy buen signo el tema de la toma del Campus Oriente. Hay un diálogo con el rector, los estudiantes toman esa decisión y el rector se abstiene de pedir el desalojo; la toma tiene un alto grado de responsabilidad, y se mantiene abierto el diálogo con los académicos. Pero después viene la toma en San Joaquín y, en mi opinión, el Rector comete un grave error. Se lo ve en el video, asomado desde la altura, fumando y mirando cómo ocurren las cosas y después manda una carta. En la carta dice dos cosas que me cuesta entender, siendo él muy inteligente y teniendo una voluntad de cambio en la Católica, dice que no quiso bajar porque pensaba que iba a ser una provocación, cuando la presencia activa del Rector significaba dialogar, significaba que el Rector se interponía entre la fuerza policial y los estudiantes, o sea, resolvía el problema. Lo otro que decía es que esto era un caso distinto al de Campus Oriente, porque en ese caso había ido a una reunión, había tenido una conversación con los estudiantes y después ocurrió la toma. Y no sé si eso quiere decir que tener una conversación previa con los estudiantes autoriza la toma; como explicación suena rara. 

SFNG: Pero ese es el modus operandi un poco paternalista de la UC. 

P.O.: Pero de todos modos está el encuentro universitario, él no ha cerrado puertas, me parece a mí que debe haber reconocido su error en el desalojo. Además, el hostigamiento de los estudiantes con los perros fue muy feroz; dicho sea de paso, tu veías lo que es una alumna de la Católica versus una alumna de la Chile, el nivel de terror que les bajó a las niñitas…

SFNG: Pensando en las últimas tres décadas de educación mercantilizada, neoliberal chilena, esta educación ¿qué tipo de hombres y mujeres está formando? Y en ese contexto ¿cómo explicar el surgimiento del movimiento?

P.O.: Bueno, los estudiantes han puesto en el centro el tema del lucro, no para reclamar que la ley que rige para las universidades se haga respetar efectivamente y contentarse con eso, sino para evidenciar una condición estructural de todo el sistema. Al plantear así el problema y decir no al lucro -no solamente en las universidades, sino en el resto del sistema, pero lo dejo a un lado eso, me concentro nada más que en las universidades-, tú no puedes solamente discutir eso sino también discutir la formación que entregan las universidades. Es decir, una educación mercantilizada o que tiene que contar con el mercado como factor exclusivo de determinación de toda la vida social forma individuos para el mercado que tienen como motivación principal el lucro; forma capital humano calificado para poder incorporarse productivamente al sistema social de trabajo; y por extensión, forma consumidores, que invierten ganancias en una calidad de vida (presente o futura) cuyos estándares son definidos por el mercado. Eso es lo que se forma y esa formación es necesariamente adaptativa. Por supuesto, puede tener y debe tener una cantidad de elementos muy productivos, creativos incluso (o más bien innovadores, para usar esa palabra), porque la empresa y el mercado necesitan creatividad, innovación: hace por lo menos 50 o 60 años que la empresa sabe muy bien que necesita tener gente un poquito aleatoria en su manera de pensar y por eso incorpora también la ocurrencia, y a menudo logra cooptar y neutralizar lo que pueda ser creatividad en el plano social, para invertirla justamente en la creación de capital. 

En el conflicto actual lo decisivo, creo yo, es que no puedes quedarte exclusivamente en una aplicación de la ley (lo que ya sería algo), ni puedes quedarte exclusivamente en la discusión. Cuando los estudiantes exigen el fin del lucro no solo se refieren a la situación escandalosa de grupos e individuos que obtienen pingües ganancias a costa de las familias y de los mismos estudiantes que tienen que endeudarse e hipotecar futuro para recibir una educación que además en muchos casos es no solo discutible, sino pésima. Cuando exigen el fin del lucro están poniendo en cuestión un modelo de educación que está destinado a reproducir un sistema de vida social modelado enteramente por el mercado. Y, por eso mismo, ese modelo está orientado a producir una atrofia progresiva y acelerada de ciudadanía, o sea, de gente consciente de sus derechos. La exigencia estudiantil es una recuperación fundamental del sentido de ciudadanía en este país.

En esta línea creo que es importante decir también que estamos en un contexto en que los partidos políticos dejaron de ser órganos educativos. Los partidos políticos de izquierda, el mismo partido Demócrata Cristiano eran partidos que tenían un fuerte componente educativo. Si tú escuchas a los obreros en los documentales de los años sesenta y comienzos de los setenta es para llorar, porque el nivel de articulación que tienen y su conocimiento de las leyes, las leyes que los afectan directamente a ellos y también de todo el marco legal del país y la capacidad de poder plantearse problemas políticos globales, es absolutamente asombrosa. Obviamente ellos no pasaron por una educación formal completa, menos aun universitaria, pasaron por la educación partidaria, por las escuelas de cuadros, por todo este tipo de organismos y núcleos que eran extraordinariamente vitales. Y en un contexto donde todo eso ha tenido un proceso de deflación acelerada, la grave irresponsabilidad de los partidos políticos de Chile, de centro y de izquierda, ha sido abandonar justamente esta función. 

Además, tú sabes que la educación no ocurre solamente en los lugares formales, es la vieja historia de los teóricos de la educación de fines del siglo XIX, como Valentín Letelier, que establecieron la distinción entre educación formal e informal, y en esta última contabilizaban casi todo: para Letelier la sociedad misma es un proceso educativo. En cuanto al presente, es obvia la función que tienen los medios de comunicación y la publicidad en la educación de la población, una función que es infinitamente mayor de la que podría haber tenido cualquier órgano de difusión anterior a los actuales niveles masivos de comunicación. Bueno, todo te orienta hacia la atrofia de la ciudadanía. Todo conspira justamente para generar sujetos de esa naturaleza. Ahora, ¿cómo surge el movimiento estudiantil? La verdad es que no sé cómo explicármelo, salvo por dos o tres cosas: una, es que el abuso en este país se pasa totalmente de la raya. La desigualdad pertenece estructuralmente al modelo económico que implantó la dictadura y que sigue intacto en sus fundamentos y procedimientos. Cuando existe un número importante de la población que accede al tramo socio-económico de la clase media y tiene expectativas de avance social, choca contra esa condición estructural, y no puede sino observar las diferencias escandalosas que permiten que la riqueza esté concentrada en menos de un 5% de la población, que goza de niveles de vida que son absolutamente incomparables y que hasta cierto punto resultan inimaginables. Eso obviamente produce un efecto, un efecto que no te va a conducir a nada individualmente, salvo a la frustración, pero me parece que cuando se produce un movimiento como el de este año, que precisamente focaliza en la educación los vicios del sistema, se convierte en un potente movimiento social y ciudadano, porque capta ese malestar amorfo, pero que tú no puedes dejar de sentir, y le da una orientación y un objetivo. 

Eso por una parte y por otra parte porque yo creo –aunque esto podría ser pura mitología- pero quiero creer que igual hay una memoria política en este país, que además es una memoria ligada en parte importante a la educación. Quiero creer que hay esa memoria porque este país se construyó políticamente, con un sentido político muy poderoso. Creo que más de alguna vez me he referido a la tesis de Mario Góngora (¡excelente tesis la de Góngora!) de que en Chile el Estado crea la nación. A mí siempre me pareció que lo que le faltaba a esta tesis era decir que el Estado y sus líderes republicanos aristocráticos forjaron la nación, pero a su vez crearon la Universidad de Chile para forjar el Estado. Ese es el punto clave, eso fue lo que ligó la educación con la política de una manera totalmente indisociable, porque ese sentido se mantuvo, renovándose, en el tiempo.

SFNG: Hablaste al principio de la calle, obviamente la experiencia de calle en estos últimos tres meses se ha transformado completamente…

P.O.: Así es.

SFNG: Tenemos, por ejemplo, la subversión de la playa de Lavín (que fue bonito), la besatón, el Thriller por la educación, los mismos carnavales que se forman en las marchas, el resurgimiento del stencil, del rayado... En ese sentido, ¿cómo ves tú -o sientes tú, porque es algo que también se siente- este cambio en la experiencia de la calle?

P.O.: En el libro de Humberto Giannini de la arqueología de la experiencia, La reflexión cotidiana, se plantea el tema del domicilio y el circuito laboral, en que la calle que define el trayecto de ida y vuelta, es también el lugar del desvío, de la digresión. La idea de la “reflexión” (Humberto la pone entre comillas), en todo caso, tiene que ver con algo así como la constitución y restitución cotidiana del sujeto de la vida cotidiana, que tiene precisamente al domicilio como el lugar restitutivo. Me parece que sería muy interesante contrastarlo con lo que está pasando hoy porque lo que Humberto llama en ese libro ser domiciliado, me parece que está totalmente descentrado por la eficacia del mercado, está radicalmente expropiado hoy. Entonces, la apropiación de la calle es muy central en ese sentido. Lees el libro de Humberto, cuando habla del momento del regreso a sí mismo, de la intimidad, todo eso está ahí, puesto en el domicilio. Entonces, el argumento es que siempre hay domicilio. No importa que seas viajante, que seas nómade, siempre hay un lugar, un cobijo, un sitio al cual se regresa. Incluso, está la hermosa cita de Erving Goffman que hace Humberto, y en que habla de los locos en los manicomios, y cómo los locos andan de un lado a otro con una manta, se envuelven con ella y se tienden, y eso es una manera de mostrar que siempre tienes que tener un domicilio… piensa en el callejero Diógenes de Sínope, el cínico, que inventó el doble manto para poder dormir en él. Entonces está este ser domiciliado, que va, si tú quieres, desde Diógenes al Chavo del 8, más o menos (los dos con su barril), y tengo la impresión de que -y no sé si eso tiene que ver con el malestar de que hablaba- hay algo así como una radical expropiación de ese ser domiciliado, de eso que Humberto valora en ese libro, y uno siente que esa valoración es en cierto modo nostálgica, quizá ya en ese momento, en el año 87 que fue la fecha de publicación del libro, y es nostálgica porque eso ya empezaba a desaparecer. Así como la valoración de la plaza, porque la plaza ya desapareció como el lugar de congregación de los vecinos y algo tiene del ágora, de alguna manera pasa algo ciudadano, pasa algo esencialmente público ahí. 

Entonces me da la impresión de que ha habido una voluntad tan poderosa de apropiación de la calle, pienso en la segunda marcha, que fue gigantesca, fue muy impresionante, de manera que el gobierno empezó a desayunarse y ver que esta cuestión venía en serio. Lo que tú sentías ahí era una voluntad de apropiación de la calle que era muy, muy poderosa y que siguió estando presente en la desobediencia, en el desacato a la autoridad, ese tipo de gestos, como si dijéramos “lo hacemos igual, la calle es nuestra”. Me parece que es un gesto político fundamental, pero también es un gesto que tiene que ver con las condiciones de vida en las que tú te encuentras: por eso te digo, no tengo la menor idea si eso es así pero me parece ver una voluntad donde la recuperación de la calle es, por decirlo, la recuperación de la posibilidad de construir el país de otra manera, lo que afecta también al modo como yo vivo, afecta a mi domicilio por supuesto, pero es algo que no puedo resolver en mi domicilio, lo tengo que resolver en la calle. 

SFNG: Ahora bien, cambiando de tema, pensando en los dichos de Arturo Martínez sobre los profesores de filosofía, ¿qué sentido tiene hacer Filosofía en Chile? ¿Podrías hablarnos de la praxis del filósofo y la formación ciudadana?

P.O.: A propósito de los dichos de Martínez ¿leyeron la columna de Joaquín García Huidobro en El Mercurio del domingo? Aunque no recuerdo muy bien, en síntesis la columna decía que esta declaración producía una reacción prepotente de parte de la intelectualidad satisfecha consigo misma, haciendo escarnio de un ignorante que dice estas cuestiones. Y no se puede dejar de considerar que hay algo de esto. Yo no le quitaría todo el mérito a lo que dice García Huidobro, porque también hay un grado de responsabilidad de los profesores de filosofía (y no solo ellos, por supuesto) que tienen determinadas posiciones políticas y que estimulan esas posiciones de una manera que en el fondo es un poquito narcisista, porque se satisfacen justamente en la autoridad que ejercen sobre los estudiantes, induciéndolos a adoptar posturas extremas (estoy pensando en algunos casos específicos). Es pues algo que hay que tomar en consideración justamente para pensar a la filosofía, qué papel le corresponde, en términos sociales y políticos. La filosofía no se puede satisfacer narcisísticamente en la influencia que puede ejercer en la gente joven. Creo que esto es clave en cualquier contexto. En contextos políticos, la responsabilidad es alta.

SFNG: ¿Pero dónde ves estos límites? Porque son difíciles de discernir.

P.O.: Por supuesto, es difícil de discernir, pero hay algo que tiene que ver con las herramientas que le estás entregando a la gente. Herramientas de análisis crítico que tienen que ver, al menos en mi experiencia, con la sensación de no entender nada. Esa experiencia de no entender, a mí me entregó herramientas. Y tengo la impresión de que cuando los estudiantes de filosofía no entienden nada, algo pasa que es decisivo. A mí me pasó en segundo o tercer año, después de acumular muchos desconciertos, que dije “no, me voy a salir de esto y me voy a dedicar al derecho y a política”, y era de derecha para más remate, aunque esa es otra historia. Volviendo al tema, ahí se produce una decisión.

SFNG: Pero tú en el fondo estás hablando de presentar una pregunta. Porque una cosa es presentar un problema y una pregunta a los estudiantes y otra es mostrar la papilla ya hecha. 

P.O.: Sí. Lo peor que le puede pasar a un profe de filosofía es que se escuche hablar sólo a sí mismo. Con eso se cierran las preguntas, se cierran las dudas. En una sala de clase no hay ni una sola pregunta que sea impertinente o inconducente. No hay ni una, ni siquiera de gente chalada…

SFNG: Y respecto de la filosofía en Chile, ¿Cuál es el sentido de hacer filosofía en Chile? Dado que tú haces filosofía y estás en Chile…

P.O.: Y además soy chileno. Leí la columna de Alejandro Fielbaum.

SFNG: Alejandro Fielbaum, a propósito del Premio Nacional de Humanidades 2011 entregado a Roberto Torretti, escribió una columna hablando de cómo él sentía que había una especie de criterio peculiar al darle un premio a un filósofo que nunca se ocupó de hablar qué significa hacer filosofía en Chile, o pensar desde Chile, y que ni siquiera escribió en español, porque gran parte de su obra está escrita en inglés. Pone entonces en cuestión esa premiación versus, solapadamente, la candidatura de Grínor Rojo, en la cual nosotras como colectivo también participamos. La columna se publicó en el blog Estudios Históricos.

P.O.: Muy bueno el artículo de Fielbaum, además su columna tiene una conexión importante con Patricio Marchant. Lo que yo le dije a Alejandro en un correo, respecto a lo que él planteaba sobre el premio era, primero, que cuando leí su artículo me ruboricé pensando en mi apoyo a Torretti. Me explico: Fielbaum planteaba cosas que yo mismo he dicho por mi cuenta alguna vez, o que comparto a propósito de la relación entre filosofía y lengua, aunque claro, estoy convencido de que Torretti se merece un reconocimiento por su sólida trayectoria. Con respecto a la lengua, no es el mismo caso de Carla Cordua, ella tiene una producción que sí tiene que ver con el castellano y con el ensayo y tiene también una forma distinta de apropiarse de la filosofía, con la que logra mantenerse anfibiamente entre la filosofía especializada o escolar, y el ensayismo filosófico, atendiendo a la literatura, a cosas que pasan fuera de tu especialidad. Le decía entonces a Fielbaum que tenía toda la razón. Pero no es que este premio vaya a estimular algo así como la entronización de la filosofía híper escolarizada, porque eso ya pasó hace rato y está instalado. Quienes promovieron la candidatura de Torretti son profesores jóvenes, y ahí es donde está la cuestión, esa vinculación es la que Fielbaum está tratando como nervio, como cosa neurálgica. Porque lo que tú percibes en la filosofía en Chile es un nivel de escolarización muy admirable por una parte, porque realmente los tipos saben una cantidad, son brillantes y se manejan extraordinariamente bien en términos eruditos. Y hay también una decisión de muchos de estos jóvenes brillantes, en alguna medida forzados por el sistema universitario que te exige doctorado, postdoctorado, publicaciones ISI y ese tipo de cosas, los jóvenes toman una decisión de irse por ahí, a pesar de que tengan guardados sus amores por otro lado y sigan leyendo literatura e interesados en eso y sigan teniendo amigos que son poetas o cosas por el estilo. Pero el joven está determinado académicamente por eso. Creo entonces que hoy en día ser filósofo en Chile es algo muy complejo para la gente joven porque están bajo esa exigencia y presión, bajo eso que es casi un chantaje, pues como digo, es gente muy brillante que se ve obligada a hacer lo que ellos saben hacer tan bien, porque conocen muy bien sus capacidades y las han probado, y se ven condicionados a actuar de una cierta manera y esa cierta manera tiende a enclaustrar a la filosofía.

Por ejemplo, conversando con Eduardo Fermandois, que es un brillante filósofo analítico, me decía: “es que no es posible que hayan unos tipos en filosofía analítica, que son tres o cuatro en el mundo y que discuten un tema que no le interesa a nadie”, y ese es claramente un signo. Es un abandono total de la vinculación que la filosofía tiene con la lengua en la que habla y con quienes hablan la lengua, pues eso es filosofía, la filosofía es indisociable de la lengua porque no puede hablar en lengua no natural y tiene que ponerla en tensión y tratar de torcerla si es necesario para poder decir o pensar algo. Y eso se hace en la lengua. Y eso es un ejercicio de traducción en el que la filosofía está siempre comprometida. Por otra parte, como está en la lengua está en el “sujeto” de la lengua, está en lo social, en lo que se procesa en la lengua. No hablo solamente de comunicación, me refiero también a las memorias que están en la lengua. Los buenos filósofos tienen esa gracia, que logran despertar recuerdos en las palabras que están en circulación permanente y muy banalizadas. Creo que esto es irrenunciable para la filosofía, y me parece que es un precio muy alto a pagar por los jóvenes que han entrado a filosofía, que quieren hacer filosofía y están en ella porque quieren hacer su carrera ahí. En la competencia, hoy, el tipo que apuesta todas sus fichas a la escolarización radicalizada tiene una gran ventaja respecto al que quiere mantener esa especie de apertura, esa especie de negociación permanente con lo que es exterior a la filosofía; pero la filosofía siempre ha tenido una vocación de exterioridad, jamás se agota en la autorreferencia.

SFNG: Pero ese análisis es extrapolable a cualquier lugar del mundo, insistimos, hacer filosofía en Chile, o lo que podríamos llamar filosofía latinoamericana, no sabemos si te parece pertinente o no ese término y en qué sentido.

P.O.: Una vez me invitaron a la Católica a un seminario internacional de arquitectura, donde estaba Pedro Morandé, Jorge Edwards, Enrique Browne y gente de Argentina, Brasil, etc. Y el encuentro trataba sobre arquitectura latinoamericana, era pensar América Latina, muy interesante. Esa fue la primera vez que hice algo público sobre América Latina y que venía de memorias muy antiguas de cuando era estudiante, recuerdo haber escrito algo o mucho al respecto. Siempre tuve una relación muy compleja con esa cuestión, mis intereses siempre están por otros lados, salvo haber hecho algo sobre Valentín Letelier, Gabriela Mistral, pero el tema identitario siempre fue una cuestión que me aproblemó con respecto a la cuestión latinoamericana, y también el tema diferencialista, por así decirlo. Ni lo uno ni lo otro. Mi presentación en esa ocasión tenía que ver con eso, “Identidad, diferencia y mezcla” era el artículo, creo, que era decir que no estoy por un discurso identitario ni por un discurso diferencialista. Estoy convencido que ambas cosas terminan en fascismo. Hay fascismo en la identidad y en la diferencia. Así que me pareció interesante volver a discutir el tema del mestizaje, la mezcla, la mixtura y todo ese tipo de conceptos. Fue un ejercicio lógico que resultaba en desarmar la lógica de los conceptos acerca de América Latina. 

El tema era, entonces, como repensar lógicamente lo latinoamericano, esa era mi propuesta en ese momento y era también la pregunta, que es lo que ustedes preguntan, ¿qué significa que uno haga estas cosas acá? Algo así como que con quién estás hablando. Confieso que al respecto siempre me gustó la respuesta de García Márquez que decía que él escribía para sus amigos. El tema entonces con la filosofía es con quién tú hablas y es muy complejo. Porque si tú haces una cosa en filosofía, una cosa mínima, que será a lo sumo una frase, entre las 500 mil que puedes haber escrito, eso no es propiamente una interlocución, eso es una promesa y un compromiso. Es decir, estás prometiendo y comprometiéndote con un posible interlocutor. Y me pregunto por la responsabilidad política que está involucrada en esto. Hacer filosofía acá, independiente de que cada vez siento menos que haga filosofía, tiene que ver directamente con esa responsabilidad política y por lo tanto con una cuestión en la que uno siempre falla, que es generar opinión. Es decir, la filosofía escolar se resguarda en la episteme y obvia la doxa, pero resulta que la filosofía no existe sin la doxa y tiene necesariamente que existir como doxa también, tú tienes que decir cosas en el espacio público. Y debería hacerse el esfuerzo, no solamente esperar a que te vengan a buscar, sino estar constantemente interviniendo, y en eso uno falla.

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